jueves, 23 de abril de 2009

- PENSAR QUE EN MIL AÑOS -



Pensar que en mil años,
si existen aún mis huesos
en alguna tumba olvidada
más allá de los tiempos,
mi memoria habrá quedado
enredada en los viejos desvanes,
sumergida bajo las capas
de polvo dormido
hasta no ser más que un testimonio
universal de otro tiempo.

Seré objeto de estudio
de impertinentes arqueólogos
que examinarán mis dientes
y tratarán de adivinar
mi edad y mi clase social
buscando indicios y marcas
leyendo el estrato y el entorno
preguntándose si fue muerte natural
o inventando algún rito
en que se fue mi aliento
entregado a los dioses.

La momia milenaria
del cerro El Plomo
dejó de ser un niño,
dejó de ser el hijo
que desgarró el cielo
en el llanto del nacimiento,
dejó de ser la luz
en los ojos de su madre
que lo vio crecer jugando
y que sintió el frío en la piel
y el alma rota
cuando en sus brazos
escapaba el último aliento.

Y hoy sólo es un objeto
y sus huesos son examinados
con curiosidad por los turistas
y su mayor mérito
es haberse conservado
para el estudio de sesudos
especialistas,
mientras un chico comiendo
palomitas
pregunta qué es
y su madre responde
es sólo una momia indígena
que tien muchos años...

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